Desde que somos niños tenemos una educación enfocada a que seamos capaces de tener los conocmientos que nos permitan ejercer un oficio y ser «hombres de provecho» «el día de mañana». Cuando somos niños «jugamos» a ser adultos y cuando somos adultos lo que acabamos haciendo casi todos es emplear nuestro tiempo en trabajar la mayoría del tiempo que tenemos, empleando esos conocimientos adquiridos.
Cuando somos niños queremos ser médicos, barrenderos, bomberos... y luego cuando somos adultos en general sólo disfrutan de ser médico, de ser barrendero, de ser bombero, aquellos adultos que siguen siendo niños por dentro: que siguen jugando. Estos sin embargo son una minoría y además están mal vistos. «La vida no es un juego, ¡El trabajo es algo muy serio!» -eso nos dicen-. El juego es una actividad con la que el ser humano desarrolla su creatividad, aprende y disfruta; La sociedad nos dice que es una actividad impropia de adultos: No debemos disfrutar ni aprender con lo que hacemos. Sin embargo ahí está el fútbol -o soccer-: la mayoría de los adultos lo que quieren es ir a ver un juego. ¿De veras creen ustedes que la vida es algo tan serio?
Veamos qué sucede en una de estas vidas medias y anónimas día tras día:
- El despertador suena a horas en las que las calles no están ni puestas: las 06:00am.. Te dices: «¡Oh vamos, levanta! - Tienes que ducharte, vestirte... Desayuna y sube en el automóvil» ; Una hora y media de atasco y por fin llegamos a la oficina. Allí nos encontramos un montón de cosas estúpidas que no necesitamos hacer, que probablemente nos aburren, no nos desarrollan pero pensamos: «Oh, vamos, el día 30 me pagarán un bonito salario. Aguanta, que hay que pagar las facturas.» - Así transcurre todo el día; llegamos a casa tras otro atasco monumental: estamos cansadísimos, apenas tenemos tiempo para cenar algo rápido, sentarnos en el sofá -y por favor, que no nos cuenten problemas de la casa que ya hemos tenido bastantes problemas y estrés en el trabajo- intentar descansar un poco y ya hay que dormir..... y vuelta a empezar.
- Resumido de otra forma: Te despiertas a una hora a la que no te despertarías por gusto, te sometes a un estrés que a nadie gusta (el atasco), llegas a la oficina para hacer cosas que te aburren y regresas tan agotado a casa que no puedes ni relacionarte con tus seres queridos. Eres el cobaya en la rueda sin fin.
Compramos dinero a cambio de nuestro tiempo: lo empleamos en trabajar para alguien; en hacer labores que probablemente no realizaríamos de la misma manera ni en el mismo sitio, de no ser por el dinero que recibimos a cambio porque no jugamos, no disfrutamos con ello, pero a cambio recibimos dinero que empleamos en comprar cosas que nos dicen que nos van a hacer felices.
Dicho de otro modo: Damos nuestro tiempo a cambio de dinero, y con el dinero vamos a comprar cosas que -según nos dicen- nos van a hacer felices. Esto es lo que fluye por nuestro subconsciente aunque sepamos que es incierto porque el sistema -TV, revistas, presión social- se encarga de recordárnoslo todos los días por diferentes frentes.
Lo que propongo es que volvamos a ser niños: que volvamos a imaginar, que nos atrevamos a decir tonterías, a dejar crear a nuestra mente; que no tenemos que avergonzarnos, sino que alegrarnos de seguir teniendo esta hermosa capacidad: motor del mundo. No trabajes: ¡JUEGA!
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